—Cuando la gente se ve obligada a convivir por fuerza durante mucho tiempo, siempre se resienten los nervios de todos. Lo sé por mi experiencia en el hospital.
—Es verdad —dijo el mayor Kelsey—. Pero la temporada acaba justamente de empezar y todavía no ha habido tiempo para que se produzca una cosa así.
—El ambiente de una expedición se parece, aunque en pequeño, al que reina entre nosotros aquí —opinó el mayor Pennyman—. Se forman bandos y salen a relucir rivalidades y envidias.
—Parece como si este año hubiera llegado gente nueva —dijo el mayor Kelsey.
—Veamos —el joven militar empezó a contar con los dedos— Coleman y Reiter son nuevos. Emmott vino el año pasado y los Mercado también. El padre Lavigny, asimismo, es la primera vez que viene.
Sustituye al doctor Byrd, que este año está enfermo. Carey, desde luego, es de los veteranos. Ha venido desde que empezó la excavación, hace cinco años. La señorita Johnson es casi tan veterana como Carey.
—Siempre pensé que se llevaban todos muy bien en Tell Yarimjah observó el mayor Kelsey—. Parecía una familia bien avenida, lo cual es realmente sorprendente si se tiene en cuenta la flaqueza de la naturaleza humana. Estoy seguro de que la enfermera Leatheran coincide conmigo.
—Pues... es posible que tenga razón. En el hospital he presenciado peleas cuyo motivo no ha podido ser cosa más nimia que una disputa sobre una tetera.
—Eso es. Uno tiende a ser mezquino en cualquier comunidad donde haya un contacto muy directo entre sus componentes —observó el mayor Pennyman—. Pero de todas formas, creo que debe de haber algo más en este caso. Leidner es un hombre apacible y modesto, con un destacado sentido diplomático. Siempre se preocupó de que los de la expedición estuvieran contentos y se llevaran bien unos con otros. Y, sin embargo, el otro día noté aquella sensación de tirantez.
La señora Kelsey rió.
—¿Y no se da usted cuenta de la explicación? Pero si salta a la vista...
—¿Qué quiere decir?
—iLa señora Leidner, desde luego!
—Vamos, Mary —dijo su marido—. Es una mujer encantadora, de las que no se pelean con nadie.
—Yo no digo que se pelee. Ella es la causa de las peleas.
—¿De qué forma? ¿Por qué tiene que serlo?
—¿Por qué? Pues porque está aburrida. Ella no es arqueólogo, sino la mujer de uno de ellos. Como le está vedada toda emoción, se preocupa ella misma de tramar su propio drama. Se divierte haciendo que los demás se enfrenten entre ellos.
—Mary, tú no sabes absolutamente nada. Te lo estás imaginando.
—iClaro que me lo imagino! Pero verás cómo tengo razón. La "adorable" Louise no se parece en nada a Mona Lisa. Tal vez no quiera causar perjuicios, pero prueba a ver qué pasará.
—Le es fiel a Leidner.
—No digo lo contrario. Ni estoy sugiriendo que existan intrigas vulgares. Pero esa mujer es una "allumeuse".
—Hay que ver con qué dulzura se califican las mujeres entre sí — comentó el mayor Kelsey.
—Ya sé. Nos arañamos como si fuéramos gatos. Eso es lo que decís vosotros, los hombres. Pero nosotras no solemos equivocarnos acerca de nuestro sexo.
—Al fin y al cabo —dijo pensativamente el mayor Pennyman— aunque suponiendo que sean verdad todas las poco caritativas conjeturas de la señora Kelsey, no creo que puedan explicar por completo aquella curiosa sensación de tirantez... aquella tensión parecida a la que se experimenta antes de una tormenta.
Tuve la impresión de que la tempestad iba a estallar de un momento a otro.
—No asuste a la enfermera —dijo la señora Kelsey—. Tiene que ir allí dentro de tres días y es usted capaz de hacerla desistir.
—No se alarme. No me asusta —aseveré, riendo.
Pero a pesar de ello, pensé mucho tiempo en lo que se había dicho en aquella ocasión. Me acordé de la forma tan peculiar que el doctor Leidner había empleado para pronunciar la palabra "segura". ¿Era el temor secreto de su esposa, tal vez desconocido, lo que hacía reaccionar al resto de sus compañeros? ¿O era la propia tensión o quizá la causa desconocida de ella la que reaccionaba sobre los nervios de la señora Leidner?
Busqué en un diccionario el significado de la palabra "allumeuse" que había usado la señora Kelsey, pero no logré entender su sentido.
«Bueno —pensé—. Esperaremos a ver qué pasa.»