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当前位置: 首页 » 西班牙语阅读 » 阿加莎·克里斯蒂作品集 » Asesinato en Mesopotamia 古墓之谜 » 正文

Capítulo XVII La mancha junto al lavabo(2)

时间:2023-10-07来源:互联网  进入西班牙语论坛
核心提示:Los ojos de Poirot brillaron.iAh, s! Es cierto. Conozco eso muy bien.Dio una ojeada circular a la habitacin.Y cuando ent
(单词翻译:双击或拖选)

Los ojos de Poirot brillaron.

—iAh, sí! Es cierto. Conozco eso muy bien.

Dio una ojeada circular a la habitación.

—¿Y cuando entró aquí, después de cometido el crimen, estaba todo igual que cuando lo vio por última vez?

Miré también a mi alrededor.

—Sí. Así lo creo. No recuerdo que nada estuviera fuera de lugar.

—¿No había trazas del arma con que la golpearon?

—No.

Poirot miró al doctor Reilly.

—¿Qué cosa utilizaron, en su opinión?

El médico se apresuró a contestar.

—Algo sólido, de buen tamaño y sin aristas ni cantos. Yo diría que la base redonda de una estatua, o algo parecido. Pero no crea que le estoy sugiriendo que fuera eso precisamente. Debió de ser una cosa de esa forma. El golpe fue asestado con gran fuerza.

—¿Por un brazo vigoroso? ¿Por un hombre?

—Sí... A menos que...

—A menos... ¿qué?

El doctor Reilly contestó lentamente:

—Es posible que la señora Leidner estuviera arrodillada, en cuyo caso, si el golpe se hubiera dado desde arriba con un objeto pesado, no se necesitaba mucha fuerza para ello.

—iArrodillada! —musitó Poirot—. Es una idea.

—No es más que una idea —se apresuró a indicar el médico—. No hay nada en que podamos fundarnos para asegurarlo.

—Pero es posible.

—Sí. Al fin y al cabo, dadas las circunstancias, no resulta descabellado. Su miedo pudo obligarla a arrodillarse pidiendo gracia, en lugar de gritar, cuando su instinto le dijo que era demasiado tarde, para ello; que nadie acudiría a tiempo de salvarla.

—Sí —dijo Poirot, pensativo—. Es una idea.

Para mí, aquélla era una idea bastante pobre. No pude imaginarme a la señora Leidner arrodillada ante nadie.

Poirot dio lentamente la vuelta a la habitación. Abrió las ventanas, probó la resistencia de las rejas y pasó la cabeza entre los barrotes para asegurarse de que no había forma de poder pasar también los hombros.

—Las ventanas estaban cerradas cuando la encontró usted —dijo—. ¿Estaban así cuando la dejó usted a la una menos cuarto?

—Sí. Siempre se cierran por las tardes. No tienen cortinas de gasa, como las del comedor y las de la sala de estar. Se cierran para que no entren moscas.

—De cualquier forma nadie pudo entrar por ellas —murmuró Poirot — Y las paredes son sólidas; de adobes. Tampoco hay escotillones que den a la azotea, ni claraboyas. Sólo hay un medio de entrar en esta habitación.. y es la puerta. Y a ella sólo se puede llegar por el patio. Y fuera del portalón había cinco personas y todas cuentan la misma historia. No creo que ninguna de ellas mienta. No, no mienten. No las han sobornado para que callen. El asesino estaba aquí...

No dije nada. ¿Acaso no había pensado yo lo mismo cuando estábamos todos sentados alrededor de la mesa?

Poirot siguió su vuelta a la habitación. Cogió una fotografia que había sobre la cómoda. Era de un hombre viejo que llevaba perilla de chivo. El detective me miró inquisitivamente.

—Es una fotografia del padre de la señora Leidner —aclaré—. Ella me lo dijo.

Volvió a dejar la fotografia y dio una ojeada a los objetos que había sobre el tocador. Todos eran de concha, sencillos, pero de buena calidad. Luego inspeccionó unos libros que había en un estante, mientras leía en voz alta sus títulos:

—¿Quiénes eran los griegos? , Introducción a la relatividad, La vida de lady Hester Stanhope, La procesión de los cantarillos, La vuelta de Matusalén, Linda Condon. Sí, algo nos dicen. La señora Leidner era inteligente.

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