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当前位置: 首页 » 西班牙语阅读 » 阿加莎·克里斯蒂作品集 » Asesinato en Mesopotamia 古墓之谜 » 正文

Capítulo XXVII En el principio de un viaje(9)

时间:2023-10-13来源:互联网  进入西班牙语论坛
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»Menier y su cómplice llegaron aquí. El último fue visto cuando reconocía el almacén desde el exterior. El plan consistía en que el padre Lavigny sacaría moldes de cera y Alí haría luego los duplicados. Siempre hay coleccionistas dispuestos a pagar buenos precios por objetos legítimos, sin hacer preguntas embarazosas. El padre Lavigny sustituiría los objetos auténticos por las falsificaciones, aprovechándose de la noche.

»Y sin duda, eso era lo que estaba haciendo cuando la señora Leidner lo oyó y dio la alarma. ¿Qué podía hacer él entonces? Inventó apresuradamente la historia de que había visto una luz.

»Esto, como dicen ustedes, "fue tragado por todos" sin reparos. Pero la señora Leidner no era tonta. Pudo recordar los vestigios de cera que vio en la copa y sacar sus propias conclusiones. Y si lo hizo así, ¿qué determinación cabía tomar? ¿No entraría dans son caractère no hacer nada de momento y disfrutar formulando Insinuaciones que desconcertarían al padre Lavigny? Le dejaría entrever que sospechaba, pero que no lo sabía de cierto. Tal vez era un juego peligroso, pero a ella le gustaba.

»Y quizá llevó el juego demasiado lejos. El padre Lavigny se dio cuenta de la verdad y descargó el golpe antes de que ella supiera lo que intentaba hacer él.

»EI padre Lavigny es Raoul Menier... un ladrón. Pero, ¿es también... un asesino?

Poirot dio unos pasos por el comedor. Sacó un pañuelo, se enjugó la frente y continuó:

—Tal era mi posición esta misma mañana. Había ocho posibilidades distintas y no sabía cuál de ellas era la verdadera. No sabía todavía quién era el solapado y pertinaz asesino.

»Pero asesinar es una costumbre. El hombre o la mujer que mata una vez vuelve a hacerlo otra, si se presenta la ocasión.

»Y en virtud del segundo asesinato, el asesino cae en mis manos.

»Desde el principio estuvo presente en el fondo de mi pensamiento que alguno de ustedes sabía algo que se reservaba; algo que incriminaba al asesino. De ser así, tal persona estaba en peligro.

»Mi solicitud se dirigió principalmente hacia la enfermera Leatheran. Tiene una personalidad llena de energía y una mente viva e inquisitiva. Me asustaba la posibilidad de que descubriera más de lo que era conveniente para su propia seguridad personal.

»Como todos saben, se cometió un segundo asesinato. Pero la víctima no fue la enfermera Leatheran, sino la señorita Johnson.

»Me consuela pensar que de todas maneras hubiera llegado a la solución del caso por puro razonamiento; pero es cierto que la señorita Johnson me ayudó a llegar a ella mucho más rápidamente.

»En primer lugar, uno de los sospechosos quedaba eliminado: la propia señorita Johnson. Pues ni por un momento sostuve la teoría del suicidio.

»Examinemos ahora los hechos de este segundo asesinato.

»Hecho número uno. El domingo por la noche, la enfermera Leatheran encontró a la señorita Johnson hecha un mar de lágrimas, y aquella misma noche la propia señorita Johnson quemó un pedazo de papel que, según creyó la enfermera, estaba escrito con el mismo tipo de letra de los anónimos.

»Hecho número dos. La tarde anterior a la noche en que murió, la señorita Johnson estaba en la azotea y la enfermera la encontró en un estado que describe como de increíble horror. Cuando la enfermera le pregunta, contesta: "He visto cómo pudo alguien entrar en la casa sin que nadie sospeche cómo lo hizo". No quiso añadir nada más. El padre Lavigny cruzaba en aquel momento el patio y el señor Reiter se encontraba ante la puerta del estudio fotográfico.

»Hecho número tres. La señorita Johnson estaba agonizando. Las únicas palabras que pudo articular fueron: "La ventana... la ventana...

»Estos son los hechos.

»Y éstos son los problemas con que nos enfrentamos: ¿Qué hay de cierto en los anónimos? ¿Qué vio la señorita Johnson desde la azotea? ¿Qué quería decir al referirse a la ventana?

»Eh bien. Tomemos en primer lugar el segundo de estos problemas, como el de más fácil solución. Subí a la azotea acompañado por la enfermera Leatheran y me situé en el mismo sitio donde estuvo la señorita Johnson. Desde allí se veía el patio y el portalón en la parte norte de la casa. La mujer vio también a dos componentes de la expedición. ¿Tenía algo que ver sus palabras con el señor Reiter o con el padre Lavigny?

»Una posible explicación me vino al pensamiento, casi al instante. Si un extraño entraba en la casa, sólo podía hacerlo disfrazado. Y sólo había una persona cuyo aspecto permitiera una suplantación de personalidad. El padre Lavigny. Con un salacot, gafas de sol, barba negra y hábito de fraile, un extraño podía pasar por la puerta sin que los criados se dieran cuenta de que había entrado un forastero.

»¿Era esto lo que quería decir la señorita Johnson? ¿O había llegado más lejos? ¿Se había percatado de que la personalidad del padre Lavigny, en sí, ya era un disfraz? ¿Sabía que era otro del que pretendía ser?

»Conocido quién era el padre Lavigny, estaba yo dispuesto a considerar resuelto el misterio. Raoul Menier era el asesino. Había matado a la señora Leidner antes de que ésta pudiera delatarlo. Otra persona le dio a entender que conocía su secreto; y después fue eliminada.

»Con aquello todo quedaba explicado. El segundo asesinato. La huida del padre Lavigny... sin hábitos ni barba. Su amigo y él estarán seguramente, a estas horas, atravesando Siria con dos excelentes pasaportes, como dos comerciantes. Hasta quedaba explicada su acción de colocar la ensangrentada piedra bajo la cama de la señorita Johnson.

»Como dije, estaba casi satisfecho con aquello... pero no del todo, pues la solución perfecta debía explicarla mejor aún... y ésta no alcanzaba a ello.

»No explicaba, por ejemplo, la causa de que la señorita Johnson dijera: "La ventana... la ventana...", cuando agonizaba. No explicaba su actitud en la azotea... su horror y su negativa a decirle a la enfermera Leatheran qué era lo que sospechaba o sabía.

»Era una solución que cuadraba con los hechos aparentes, pero no satisfacía los requisitos psicológicos.

»Y entonces, mientras estaba en la azotea pensando en aquellos tres puntos: en los anónimos, en lo que vio la señorita Johnson y en la ventana, todo se aclaró ante mí que vi en aquel momento lo explicaba todo!

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