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当前位置: 首页 » 西班牙语阅读 » 阿加莎·克里斯蒂作品集 » Asesinato en Mesopotamia 古墓之谜 » 正文

Capítulo XXVII En el principio de un viaje(8)

时间:2023-10-13来源:互联网  进入西班牙语论坛
核心提示:Desde un principio estuve seguro de que el asesinato de Louise Leidner era un crime passionel. En el seor Carey haba enc
(单词翻译:双击或拖选)

»Desde un principio estuve seguro de que el asesinato de Louise Leidner era un crime passionel. En el señor Carey había encontrado un tipo ideal para esta clase de crímenes.

»Nos queda todavía otro candidato al título de asesino: el padre Lavigny. Me llamó inmediatamente la atención por cierta discrepancia existente entre su descripción del hombre que fue sorprendido mirando por la ventana y la que dio la enfermera Leatheran. En toda descripción, hecha por diferentes testigos, siempre hay, por lo general, alguna discrepancia; pero ésta era demasiado notoria. Además el padre Lavigny Insistió en determinada característica: en un estrabismo que debía hacer mucho más fácil la identificación.

»Pronto se puso de manifiesto que, mientras la descripción de la enfermera Leatheran era sustancialmente correcta no ocurría lo mismo con la del padre Lavigny. Parecía como si éste se propusiera despistarnos deliberadamente; como si quisiera que no encontráramos al misterioso individuo.

»Pero, en tal caso, debía haber algo sobre él. Fue visto hablando con aquel hombre, mas sólo podíamos fiarnos de su palabra respecto a lo que habían hablado.

»¿Qué es lo que estaba haciendo el Iraquí cuando la enfermera Leatheran y la señora Leidner lo vieron? Tratando de atisbar por una ventana; la de la señora Leidner, según pensaron. Pero cuando fui hasta donde las dos se habían detenido aquella tarde, comprobé que podía haberse tratado igualmente de la ventana correspondiente al almacén.

»Aquella noche se produjo una alarma. Alguien había estado en el almacén, pero se comprobó que no faltaba nada de allí. El punto interesante para mí es que, cuando el doctor Leidner llegó al almacén, se encontró con que el padre Lavigny había acudido antes que él. El religioso dijo que había visto una luz; pero en esto también sólo podemos fiarnos de su palabra.

»Empecé a sentir curiosidad por el padre Lavigny. El otro día, cuando sugerí que podía ser Frederick Bosner, el doctor Leidner rechazó tal pensamiento. Dijo que el padre Lavigny era una personalidad muy conocida en su especialidad. Adelanté la suposición de que Frederick Bosner había tenido casi veinte años para labrarse una nueva carrera, bajo otro nombre, y que podía ser en la actualidad una persona muy conocida. A pesar de ello, no creo que hubiera permanecido todo ese tiempo en una comunidad religiosa. Se me presentaba una solución mucho más sencilla.

»¿Alguno de la expedición conoció de vista al padre Lavigny antes de que viniera? Aparentemente, no. ¿Por qué, entonces, no podía ser alguien que estuviera suplantando la personalidad del religioso? Me enteré de que se había mandado un telegrama a Cartago con motivo de la repentina enfermedad del doctor Byrd, que era el que debía venir con esta expedición. ¿Hay nada más fácil que interceptar un telegrama? Y por lo que se refiere a su trabajo no había, entre los miembros de la expedición, nadie que supiera descifrar inscripciones. Un hombre listo, con unos ligeros conocimientos, podía llevar a feliz término la suplantación. Además, se encontraron muy pocas tablillas e inscripciones. Y por otra parte pude colegir que los juicios del padre Lavigny habían sido considerados como algo insólito. Parecía más bien que el padre Lavigny era un impostor. Pero, ¿era Frederick Bosner? Las cosas no parecían encajar muy bien en ese sentido. La verdad, al parecer, debía encontrarse en una dirección totalmente diferente.

»Tuve un extenso cambio de Impresiones con el padre Laugny. Soy católico y conozco a muchos sacerdotes y miembros de comunidades religiosas. El padre Lavigny me dio la impresión de no ajustarse muy bien a su papel Y, por otra parte, me hizo el efecto de que estaba familiarizado con ocupaciones totalmente distintas. Con mucha frecuencia había conocido hombres de su tipo... pero no pertenecían a comunidades religiosas... iNada de eso!

»Me dediqué a expedir telegramas. Y entonces, inconscientemente, la enfermera Leatheran me proporcionó una valiosa pista. Estábamos en el almacén, examinando los objetos de oro, y mencionó que en una copa de dicho metal se habían encontrado trazas de cera. Yo dije: "¿Cera?" Y el padre Lavigny repitió: "¿Cera?" Su tono, al decir esto, fue suficiente para mí. Supe, entonces, qué era lo que estaba haciendo aquí.

Poirot se detuvo y luego habló directamente al doctor Leidner.

—Siento decirle, monsieur, que la copa, la daga y otros objetos que guarda ahora en el almacén no son los que encontró usted en las excavaciones. Son imitaciones galvanoplásticas muy bien hechas. El padre Lavigny, según acabo de enterarme por esta contestación a uno de mis telegramas, no es otro que Raoul Menier, uno de los ladrones más listos conocido por la policía francesa. Está especializado en el robo de museos, de objets d'art y cosas similares. Tiene un socio llamado Alí Yusuf, un medio turco, que es un orfebre de primera categoría. Nos enteramos de la existencia de Menier cuando se comprobó que algunos objetos del Louvre no eran auténticos. Se descubrió, en cada caso, que un eminente arqueólogo, al que el director del museo no conocía personalmente, había manipulado recientemente dichos objetos, durante una visita al Louvre. Preguntados todos aquellos distinguidos caballeros, negaron que hubieran visitado el Louvre en las fechas indicadas.

»Me enteré de que Menier estaba en Túnez, preparando un robo a los Padres Blancos, cuando llegó el telegrama que pusieron ustedes desde aquí. El padre Lavigny, que entonces estaba enfermo, se vio obligado a rehusar, pero Menier consiguió interceptar el telegrama de respuesta y lo sustituyó por otro en el que anunciaba la llegada del religioso. No corría ningún peligro al hacerlo. Aun en el caso de que los padres leyeran en algún periódico, cosa improbable, que el padre Lavigny estaba en Irak, se limitarían a pensar que los periodistas se habían enterado de una verdad a medias, como tantas veces ocurre.

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