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当前位置: 首页 » 西班牙语阅读 » 阿加莎·克里斯蒂作品集 » Asesinato en Mesopotamia 古墓之谜 » 正文

Capítulo XXVIII El término del viaje(1)

时间:2023-10-13来源:互联网  进入西班牙语论坛
核心提示:Captulo XXVIIIEl trmino del viajePoirot mir a su alrededor. Todos los ojos estaban fijos en l. Un momento antes se haba
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Capítulo XXVIII

El término del viaje

Poirot miró a su alrededor. Todos los ojos estaban fijos en él. Un momento antes se había notado una especie de relajación, como si la tensión disminuyera. Pero ahora, de pronto, pareció volver a dominar entre nosotros.

Se acercaba algo..

La voz de Poirot, sosegada e inconmovible, prosiguió:

—Los anónimos, la azotea, la ventana... Sí, todo quedaba explicado.. todo ajustaba en el lugar correspondiente.

»Dije antes que sólo tres personas tenían una coartada en el momento en que ocurrió el asesinato. Dos de ellas, como he demostrado, no tenían ningún valor. Entonces comprendí mi equivocación. La tercera carecía también de valor. No sólo pudo cometer el doctor Leidner el crimen, sino que estoy convencido de que él fue el autor.

Se produjo un silencio originado por el estupor y la Incredulidad. El doctor Leidner no dijo nada. Parecía estar todavía ausente. David Emmott, sin embargo, se movió en su silla y habló:

—No sé qué se propone con ello, monsieur Poirot. Le he dicho que el doctor Leidner no bajó de la azotea hasta las tres menos cuarto. Esa es la pura verdad. Lo juro solemnemente. No estoy mintiendo. Y le hubiera sido imposible bajar sin verlo yo.

Poirot asintió:

—Le creo. El doctor Leidner no abandonó la azotea. Ese es un hecho indiscutible. Pero lo que vi, igual que hizo la señorita Johnson, fue que el doctor Leidner pudo matar a su mujer desde la azotea, sin bajar de ella.

Nos quedamos mirándole fijamente.

—La ventana —exclamó Poirot—. i Su ventana! De eso me di cuenta... como la señorita Johnson. La ventana de la señora Leidner está justamente debajo, en la parte que da al campo. Y el doctor Leidner estuvo solo allí arriba, sin que nadie presenciara lo que hacía. Todas aquellas piedras de molino las tenía a su disposición. Sencillo en extremo, dando por sentada una cosa: que el asesino tuviera la oportunidad de mover el cadáver antes de que nadie lo viera. iOh, es estupendo... de increíble sencillez!

»Escuchen... la cosa fue así: El doctor Leidner está en la terraza ordenando los montones de cerámica. Le llama a usted, señor Emmott, y mientras le está hablando ve que, como de costumbre, el muchacho árabe se aprovecha de su ausencia para abandonar el trabajo y salir del patio. Le entretiene a usted durante diez minutos y luego le deja marchar; y tan pronto como usted baja al patio, dándole gritos al chico, el doctor Leidner pone en práctica su plan.

»Saca del bolsillo la máscara embadurnada de arcilla, con la que ya asustó a su mujer en otra ocasión, y la deja caer, atada a un hilo, hasta que golpea la ventana de la señora Leidner.

»Aquella ventana, como recordarán, da al campo, al lado opuesto al patio.

»La señora Leidner está tendida en la cama, dormitando. Se siente feliz, tranquila. De pronto, la máscara empieza a golpear la ventana y atrae su atención. Pero ahora no está anocheciendo; es pleno día. No hay nada terrorífico en aquello. La mujer se da cuenta de lo que se trata; de un truco burdo. No se asusta, sino que se indigna. Y hace lo que cualquier otra mujer hubiera hecho en su lugar. Salta de la cama, abre la ventana, pasa la cabeza por los hierros de la reja y mira hacia arriba para ver quién le está gastando aquella broma.

»EI doctor Leidner está esperando. Tiene en la mano, preparada, una pesada piedra de molino. Y en el instante preciso la deja caer... Dando un grito ahogado, que oyó la señorita Johnson, la señora Leidner se desploma sobre la alfombra, al pie de la ventana.

»La puerta, como ustedes saben, tiene un orificio central, y a través de él pasó una cuerda el doctor Leidner. Sólo tenía que tirar de ella y recobrar el arma homicida. Luego dejar la piedra entre las demás, en la azotea, cuidando de que la mancha de sangre no quedara a la vista.

»Continúa su trabajo durante más de una hora, hasta que juzga que ha llegado el momento de poner en escena el segundo acto. Baja la escalera, habla con el señor Emmott y con la enfermera Leatheran, cruza el patio y entra en la habitación de su esposa. La explicación que él mismo da sobre lo que hizo allí dentro es la siguiente: "Vi el cuerpo de mi mujer tendido al lado de la cama. Por unos momentos quedé paralizado, sin poder moverme del sitio. Al final, di unos pasos y me arrodillé a su lado, levantándole la cabeza. Comprobé que estaba muerta... Me incorporé. Estaba mareado, como si hubiera bebido. Llegué como pude hasta la puerta y llamé a la enfermera".

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