Capítulo 3 - La noche de la tragedia
Para que resulte clara esta parte de mi relato, incluyo el siguiente plano del primer piso de Styles.
A las habitaciones de la ser-vidumbre se llega a través de la puerta B. No tiene comunicación con
el ala derecha, donde estaban si-tuadas las habitaciones de los Inglethorp.
Debía de ser hacia la mitad de la noche cuando me despertó Lawrence Caven-dish. Tenía una
vela en la mano y por la agitación de su rostro se veía claramen-te que algo grave ocurría.
—¿Qué pasa? — pregunté, sentándome en la cama y tratando de ordenar mis pensamientos
dispersos.
—Parece que mi madre está muy enferma. Debe de tener un ataque. Por desgracia, se ha
encerrado por dentro en su cuarto.
—Voy en seguida.
Salté de la cama y poniéndome una bata seguí a Lawrence a lo largo del pasillo y a la galería
hasta el ala derecha de la casa.
John Cavendish se unió a nosotros y uno o dos de los sirvientes espantados rondaban por allí,
excitadísimos. Lawrence se volvió hacia su hermano.
—¿Qué te parece que hagamos?
La indecisión de su carácter nunca había sido tan evidente.
John sacudió con violencia el picaporte, pero sin resultado positivo. La puerta, evidentemente,
estaba cerrada con llave o echado el cerrojo por dentro. Ya toda la casa se había levantado. Desde
el interior de la habitación llegaban ruidos alarmantes. Había que hacer algo con urgencia.
—Trate de entrar por el cuarto del señor Inglethorp señor —gritó Durcas—. ¡La pobre señora!
De pronto caí en la cuenta de que Alfred Inglethorp no estaba con nosotros. Era el único que
no había hecho acto de presencia. John abrió la puerta de su cuarto. Estaba oscuro como la boca
del lobo, pero Lawrence le seguía con la vela y a su luz vacilante pudimos ver que la cama estaba
sin deshacer y no había señales de que el cuarto hubiera sido ocupado aquella noche.
Fuimos directamente a la puerta de comunicación. También estaba cerrada o tenía echado el
cerrojo por dentro. ¿Qué hacer?
—¡Ay, señor! ¿Qué vamos a hacer? — gritaba Dorcas, retorciéndose las manos.
—Creo que debemos intentar forzar la puerta. Va a ser tarea dura. Que una de las chicas baje a
buscar al doctor Wilkins. Bueno, vamos a la puerta. Un momento, ¿no hay una puerta en el cuarto
de la señorita Cynthia?
—Sí, señor, pero también está cerrada. Nunca ha estado abierta.
—Podemos probarlo de todos modos. Corrió a lo largo del pasillo hasta el cuarto de Cynthia.
Allí estaba Mary Cavendish, zarandeando a la muchacha, que debía tener un sueño
extraordinariamente pesado, y tratando de despertarla.
John estuvo de vuelta después de unos segundos.
—No hay nada que hacer allí; también está cerrada. Tenemos que forzar la puerta. Creo que
ésta es algo menos sólida que la del pasillo.
Todos unimos nuestras fuerzas y empujamos, jadeantes. El armazón de la puerta era sólido y
durante mucho tiempo resistió nuestros esfuerzos, pero al fin, con ruidoso estallido, se abrió
violentamente.
Entramos todos juntos, dando traspiés. Lawrence seguía sosteniendo la vela. La señora
Inglethorp estaba en la cama, agitada por violentas convulsiones, en una de las cuales, al parecer,
había volcado la mesa que estaba a su lado. Sin embargo, cuando nosotros entramos, sus
miembros se relajaron y cayó sobre las almohadas.