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当前位置: 首页 » 西班牙语阅读 » 阿加莎·克里斯蒂作品集 » Asesinato en Mesopotamia 古墓之谜 » 正文

Capítulo XXVII En el principio de un viaje(7)

时间:2023-10-13来源:互联网  进入西班牙语论坛
核心提示:Dej este tono privado y volvi a su estilo de conferenciante.Haba llegado Carl Reiter a tales abismos de desesperacin, qu
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Dejó este tono privado y volvió a su estilo de conferenciante.

—¿Había llegado Carl Reiter a tales abismos de desesperación, que se revolvió contra su atormentadora y la mató? El sufrimiento produce extraños efectos en un hombre. No podía estar seguro de que no fuera así.

»Luego tenía a William Coleman. Su conducta, tal como nos la ha explicado la señorita Reilly, fue sospechosa. Si era el criminal, sólo podía serlo a causa de que su alegre personalidad ocultaba la de William Bosner. No creo que William Coleman, como tal William Coleman, tenga el temperamento de un asesino. Sus faltas pueden ser de otro estilo. iAh!, tal vez la enfermera Leatheran sabe de qué se trata.

—No tiene importancia —dije—. Solamente, si ha de saberse toda la verdad, he de confesar que el señor Coleman, en cierta ocasión, me contó que hubiera podido ser un buen falsificador.

—Una peculiaridad muy estimable —observó Poirot—. Por lo tanto, en el caso de que hubiera conseguido alguno de los primeros anónimos, pudo copiarlo sin ninguna dificultad.

—iEh, eh, eh! —exclamó el señor Coleman—. Eso es lo que llaman liarle a uno.

Poirot prosiguió rápidamente:

—Respecto a saber si se trata verdaderamente de William Bosner, resulta dificil verificarlo. El señor Coleman habló de un tutor; no de un padre; y no hay nada definido para poner el veto a tal idea.

—iDisparates! —dijo Coleman—. No sé cómo escuchan a ese tipo.

—De los tres jóvenes, nos queda el señor Emmott —prosiguió Poirot

Pudo ser, también, el posible escudo de la personalidad de William Bosner. Pronto me di cuenta de que, cualesquiera que fueran las razones, no tenía medios de enterarme de ello por mediación del joven. Podía guardar su secreto con gran efectividad, o engañarlo para que se traicionara en algún punto. De todos los de la expedición, parecía ser el mejor y más desapasionado juez de la personalidad de la señora Leidner. Creo que siempre la tuvo por lo que realmente era; pero me fue imposible descubrir cuál era la impresión que dicha personalidad produjo en él. Me imagino que la propia señora Leidner tuvo que sentirse provocada y colérica por la actitud del joven.

»He de añadir que, por lo que se refiere a carácter y capacidad, el señor Emmott me pareció el más apto para llevar a cabo satisfactoriamente un hábil y bien planeado crimen.

El joven levantó por primera vez la mirada, que tuvo hasta entonces fija en la punta de sus zapatos.

—Gracias —dij o.

Parecía que en su voz había un ligero acento divertido.

—Las dos últimas personas de mi lista son: Richard Carey y el padre Lavigny.

»De acuerdo con el testimonio de la enfermera Leatheran y de otros, el señor Carey y la señora Leidner se tenían antipatía. Se esforzaban en parecer corteses el uno con el otro. La señorita Reilly propuso una teoría completamente diferente para explicar su extraña actitud de fría cortesía.

»Poco me costó convencerme de que la explicación de la señorita Reilly era la correcta. Adquirí esta certidumbre por el simple expediente de excitar al señor Carey para que hablara precipitada y descuidadamente. No me fue dificil conseguirlo. Me di cuenta de que se encontraba dominado por una fuerte tensión nerviosa. Estaba, y está, al borde de un completo derrumbamiento nervioso. Un hombre que sufre, hasta casi llegar al límite de su capacidad, raramente puede ofrecer resistencia.

»Las defensas del señor Carey se abatieron al instante. Me dijo, con una sinceridad de la cual no dudé ni por un momento, que odiaba a la señora Leidner.

»Y estaba diciendo, indudablemente, la verdad. Odiaba a la señora Leidner. Pero, ¿cuál era la verdadera causa de su odio?

»Hablé antes de mujeres que poseen un hechizo fatal, pero hay hombres que también lo tienen. Los hay que, sin el menor esfuerzo, atraen a las mujeres. Es lo que llaman en la actualidad un sex appeal. El señor Carey tiene muy desarrollada esta cualidad. Apreciaba por una parte a su amigo y jefe, y le era indiferente la esposa de éste. Ello no le hizo mucha gracia a la señora Leidner. Debía dominarlo y, por lo tanto, se dispuso a la captura de Richard Carey. Pero entonces, según creo, ocurrió algo completamente imprevisto. Ella misma, quizá por primera vez en su vida, cayó víctima de una pasión arrolladora. Se enamoró sin reservas de Richard Carey.

»Y él... era incapaz de resistírsele. Ésta es la verdad de esa terrible tensión nerviosa que ha estado soportando. Ha sido un hombre destrozado por dos pasiones opuestas. Amaba a Louise Leidner, sí... pero también la odiaba. La odiaba porque estaba minando la lealtad que sentía hacia su amigo. No hay odio más grande que el de un hombre que ha tenido que amar a una mujer contra su propia voluntad.

»Allí tenía todo el motivo que necesitaba. Estaba convencido de que en determinados momentos la cosa más natural que hubiera podido hacer Richard Carey era golpear con toda la fuerza de su brazo aquella hermosa cara cuyo poderoso atractivo lo había hechizado.

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