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当前位置: 首页 » 西班牙语阅读 » 阿加莎·克里斯蒂作品集 » El Misterioso Caso de Styles斯泰尔斯庄园奇案 » 正文

Capítulo 3 - La noche de la tragedia(3)

时间:2023-12-18来源:互联网  进入西班牙语论坛
核心提示:Las convulsiones eran de una violencia extraordinaria, doctor Wilkins dijo sin dejar demirarle. Siento que no haya estad
(单词翻译:双击或拖选)

—Las convulsiones eran de una violencia extraordinaria, doctor Wilkins —dijo sin dejar de

mirarle—. Siento que no haya estado usted aquí a tiempo de presenciarlas. Eran... de naturaleza

tetánica.

—¡Ah! — dijo prudentemente el doctor Wilkins.

—Me gustaría hablar con usted reservadamente —dijo Bauerstein. Y volviéndose hacia John

—: ¿Tiene usted algo que objetar?

—Desde luego que no.

Salimos todos al pasillo, dejando solos a los dos médicos, y oí la llave en la cerradura detrás de

nosotros.

Bajamos lentamente las escaleras. Yo estaba excitadísimo. Tengo cierto talento deductivo y la

actitud del doctor Bauerstein había despertado en mi imaginación un montón de conjeturas. Mary

Cavendish puso su mano sobre mi brazo.

—¿Qué ocurre? ¿Por qué está tan... extraño el doctor Bauerstein?

—¿Sabe usted lo que pienso?

—¿Qué?

—¡Escuche!

Miré alrededor. Estábamos fuera del alcance del oído de los demás, pero así y todo dije en un

susurro:

—Creo que ha sido envenenada. Estoy seguro de que el doctor Bauerstein lo sospecha.

—¡Qué!

Se encogió contra la pared, las pupilas dilatadas violentamente, lanzando un grito desesperado

que me sobresaltó.

—¡No, no! ¡Eso no, eso no!

Y voló escaleras arriba, dejándome solo. La seguí, temiendo fuera a desmayarse. La encontré

recostada contra el pasamano, mortalmente pálida. Me hizo con la mano una señal complaciente

de que me fuera.

—¡No, no, déjeme! Prefiero estar sola. Déjeme tranquila un minuto o dos. Vaya abajo con los

demás.

Obedecí de mala gana. John y Lawrence estaban en el salón. Me acerqué a ellos. Todos

permanecíamos callados, pero creo que expresé el sentir general cuando rompí aquel silencio y

pregunté alterado:

—¿Dónde está el señor Inglethorp?

John negó con la cabeza.

—No está en casa.

Nos miramos. ¿Dónde estaba Alfred Inglethorp? Su ausencia resultaba extraña, inexplicable.

Recordé las últimas palabras de la señora Inglethorp. ¿Qué había en el fondo de ellas? ¿Qué más

nos hubiera dicho, de haber tenido tiempo.

Al fin oímos a los médicos bajar la escalera. El doctor Wilkins se daba aires de importancia y

parecía como si tratara de ocultar bajo una calma decorosa su excitación interior. Y el doctor

Bauerstein se mantenía en segundo término y la expresión de su rostro grave no se había alterado.

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