—¿De veras lo cree usted así? — pregunté, sin poder ocultar mi satisfacción.
—Estoy completamente seguro. Y le voy a decir por qué.
—Diga.
—Porque quiere a otra persona, mon ami,
—¡Oh!
¿Qué quería decir Poirot? Sin poder remediar, me invadió una sensación de bienestar. No soy
vanidoso en lo que se refiere a mujeres, pero me vinieron a la memoria ciertas demostraciones en
las que apenas había pensado, pero que en verdad parecían demostrar...
Mis gratos pensamientos fueron interrumpidos por la aparición de la señorita Howard. Miró
rápidamente a todos lados para asegurarse de que no había nadie más en el cuarto y,
apresuradamente, entregó a Poirot un pliego de papel de estraza, diciendo estas enigmáticas
palabras.
—En lo alto del armario. Y salió del cuarto a toda prisa. Poirot desdobló ansiosamente el
pliego de papel y lanzó una exclamación de satisfacción. Después lo extendió sobre la mesa.
—Acérquese, Hastings. Dígame, ¿qué inicial es ésta una «J» o una «L»?
Era un pliego de regular tamaño y sucio, como si hubiera estado expuesto al polvo durante
algún tiempo. Pero era la etiqueta lo que llamaba la atención de Poirot. En la parte superior llevaba
impreso el nombre de Parkson los conocidos sastres de teatro, y estaba dirigida a (aquí la inicial
discutida) «Cavendish, Styles Courts, Styles St. Mary, Essex».
—Puede ser una «T» o una «L» —dije, después de examinar la etiqueta durante un par de
minutos— pero desde luego no es una «J».
—Excelente —replicó Poirot, volviendo a doblar el papel—, Opino como usted. No hay duda
de que es una «L».
—¿De dónde viene esto? —pregunté—. ¿Es importante?
—Relativamente importante. Confirma una teoría mía. Habiendo sospechado su existencia,
puse a la señorita Howard en su busca y, como ve, ha tenido éxito feliz.
—¿Qué quiso decir con eso de «en lo alto del armario»?
—Quiso decir —replicó Poirot rápidamente— que encontró el papel en lo alto de un armario.
—¡Qué sitio más extraño para un papel de estraza! — murmuré.
—De ningún modo. La parte de arriba de un armario es un excelente lugar para el papel de
estraza y las cajas de cartón.
— Poirot — pregunté ansiosamente — ¿ha sacado usted alguna conclusión acerca de este
crimen? —Sí, es decir, creo que sé cómo ha sido cometido.
—¡Ah!
—Desgraciadamente, no tengo pruebas con que sustentar mi teoría, a menos que...
Con repentina energía me cogió por un brazo y me arrastró hasta el vestíbulo, gritando en
francés, en su excitación:
—Mademoiselle Dorcas, mademoiselle Dorcas! Un moment s'il vous plait!
Dorcas, toda agitada por el alboroto, salió corriendo de la despensa.
Mi buena Dorcas, tengo una idea, una pequeña idea. Si resulta acertada, ¡qué suerte más
magnífico! Dígame, el lunes, no el martes, Dorcas, sino el lunes, el día anterior a la tragedia, ¿le
ocurrió algo al timbre de la señora Inglethorp?
Dorcas pareció muy sorprendida.
—Sí, señor ahora que usted lo dice, sí que le ocurrió algo. Aunque no comprendo cómo ha
podido usted enterarse. Un ratón, o algo por el estilo, mordisqueó el alambre. Vino un hombre y lo
arregló el martes por la mañana.