»Pero en eso, como sabemos, estaba equivocado y tuve que abandonar la idea, considerando el
problema desde una perspectiva distinta. Ahora bien, a las cuatro, Dorcas oyó a su señora decir
airadamente: «No creas que me va a detener el miedo a la publicidad o al escándalo entre marido y
mujer.» Supuse, y supuse bien, que esas palabras no iban dirigidas a su marido, sino al señor John
Cavendish. Una hora después, a las cinco, emplea casi las mismas palabras, pero el punto de vista
es diferente. Le confiesa a Dorcas que «no sabe qué hacer; el escándalo entre marido y mujer es
una cosa horrible.» A las cuatro estaba enfadada, pero completamente dueña de sí. A las cinco está
profundamente acongojada y habla de haber sufrido «un disgusto horrible».
»Considerando el asunto psicológicamente, llegué a una conclusión que, estabaseguro, era
acertada. El segundo «escándalo» de que habla no era el mismo «escándalo» de que había hablado
antes, y estaba relacionado con ella misma.
»Vamos a reconstruir los hechos. A las cuatro, la señora Inglethorp discute con su hijo y le
amenaza con denunciarlo a su esposa, quien, dicho sea de paso, oyó la mayor parte de la
conversación. A las cuatro y media, la señora Inglethorp, como consecuencia de una conversación
sobre validez de testamentos, redacta uno en favor de su esposo, firmando como testigos los dos
jardineros. A las cinco, Dorcas encuentra a su señora en un estado de extraordinaria agitación, con
un papel, Dorcas cree es «una carta», en la mano, y entonces es cuando ordena que enciendan el
fuego en su habitación. Probablemente, pues, entre las cuatro y media y las cinco, algo provocó en
ella un cambio total de sentimientos, ya que entonces tiene tantos deseos de destruir el testamento
como antes tenía de hacerlo. ¿Qué había sido ese algo?
»Por lo que sabemos, estuvo sola durante esa media hora. Nadie entró o salió en el boudoir.
Entonces, ¿qué fue lo que de ese modo transformó sus sentimientos?
»Sólo podemos hacer suposiciones, pero creo que las mías son acertadas. La señora Inglethorp
no tenía sellos en su escritorio. Lo sabemos porque más tarde pidió a Dorcas que le llevara
algunos. Ahora bien, en el lado opuesto de la habitación estaba el buró de su esposo, cerrado. En
su deseo de encontrar los sellos, según mi teoría, probó sus propias llaves en el mueble. Sé que
una de ellas lo abre.
Abrió, por tanto, el buró y, buscando los sellos, tropezó con otra cosa: el papel que Dorcas vio
en su mano y que, con toda seguridad, no estaba destinado a que ella lo viera. Por otra parte, la
señora Cavendish creyó que el papel que su madre política atenazaba tan firmemente era una
prueba escrita de la infidelidad de su propio esposo. Se lo pidió a la señora Inglethorp, quien le
aseguró la verdad; que no tenía nada que ver con aquel asunto. La señora Cavendish no la creyó.
Creyó que la señora Inglethorp estaba escudando a su hijastro. La señora Cavendish es una mujer
muy resuelta y, bajo su máscara de reserva, estaba locamente celosa de su marido. Decidió
apoderarse del papel a cualquier precio, y la casualidad vino a ayudarla en su decisión. Por azar,
encontró la llave de la caja de documentos, que la señora Inglethorp había perdido aquella
mañana. Sabía que su suegra guardaba invariablemente todos los papeles importantes
precisamente en esa caja.
»Por lo tanto, Mary Cavendish trazó su plan como sólo una mujer desesperadamente celosa
podía haber hecho. En algún momento de la tarde, descorrió el cerrojo de la puerta de
comunicación con el cuarto de la señorita Cynthia. Posiblemente puso aceite en los goznes, porque
pude comprobar que la puerta se abría sin hacer el menor ruido. Como los criados estaban
acostumbrados a oírla andar por su cuarto a las primeras horas de la mañana, le pareció más
seguro retrasar su proyecto hasta entonces. Se puso su equipo completo de trabajo y,
silenciosamente, pasó al cuarto de la señora Inglethorp a través del de la señorita Cynthia. Poirot
hizo una pausa y Cynthia intervino: —Pero me hubiera despertado, al pasar alguien por mi cuarto.