—No señorita, si había sido usted narcotizada.
—¿Narcotizada?
—Mais oui! Recordarán ustedes —se dirigió de nuevo a nosotros —que durante todo el
alboroto y el ruido en el cuarto de su lado, la señorita Cynthia seguía durmiendo. Esto admitía dos
explicaciones: o el sueño era fingido, cosa que no creí, o su inconsciencia se debía a medios
artificiales, a un narcótico.
Con esta última idea en la cabeza, examiné todas las tazas de café con todo cuidado,
recordando que había sido la señora Cavendish quien había servido a la señorita Cynthia el café la
noche anterior. Cogí un poquito del contenido de cada taza y lo mandé analizar, sin resultado
positivo. Había contado las tazas cuidadosamente, por si una de ellas hubiera sido retirada, pero
seis personas habían tomado café y seis tazas había. Tuve que confesar mi error.
»Pero entonces caí en la cuenta de que había cometido una equivocación muy grave. Se había
servido café para siete personas no para seis, porque el doctor Bauerstein había estado allí aquella
noche. Esto cambiaba todo el asunto, porque faltaba una taza. Las sirvientas no se dieron cuenta
de la falta porque Annie, la doncella que llevó el café, puso siete tazas, ignorando que el señor
Inglethorp no lo tomaba nunca, mientras que Dorcas, que recogió el servicio a la mañana
siguiente, encontró seis, como de costumbre, o hablando con propiedad, cinco ya que la sexta fue
encontrada rota en el cuarto de la señora Inglethorp.
»Estabaseguro de que la taza que faltaba era lo de la señorita Cynthia. Para afirmarme en mi
creencia había otra razón, y es que en todas las tazas había azúcar, siendo así que la señorita
Cynthia no lo toma con el café. Me llamó la atención lo que me dijo Annie de que había «sal» en
la bandeja del chocolate que todas las noches subía al cuarto de la señora Inglethorp. Por
consiguiente, tomé una muestra de chocolate y la mandé analizar.
—Pero ya lo había hecho el doctor Bauerstein — dijo prontamente Lawrence.
—Estrictamente hablando, no. Al analista se le pidió analizar el chocolate e informar sobre si
había o no estricnina en él, pero no que examinara si había algún narcótico, que fue lo que yo pedí.
—¿Narcótico?
—Sí. Aquí está el análisis. La señora Cavendish suministró un narcótico inofensivo, pero
enérgico, tanto a la señora Inglethorp como a la señorita Cynthia. ¡Y por culpa de ello debió pasar
un mauvais quart d'heure! ¡Imagínese cuál sería su estado de ánimo cuando su madre política se
pone repentinamente enferma y se muere, y al oír, casi inmediatamente después, la palabra
«veneno»! Había creído que el narcótico era completamente inofensivo, pero después, durante
unos momentos terribles, ha debido suponer que la muerte de la señora Inglethorp era culpa suya.
Dominada por el pánico, corre escaleras abajo y esconde la taza y el plato usados por la señorita
Cynthia en un gran jarrón de bronce, donde más tarde los descubrirá el señor Lawrence. No se
atreve a tocar los restos del chocolate. Había demasiadas personas a su alrededor. ¡Imaginen
ustedes qué alivio habrá sentido al oír hablar de estricnina y comprender que, después de todo, la
tragedia no era obra suya!
»Así podemos explicamos por qué los síntomas del envenenamiento tardaron tanto en hacer su
aparición. Tomando un narcótico con la estricnina, la acción del veneno se retrasa unas horas.
Poirot hizo una pausa. Mary le miró. El color iba volviendo lentamente a su rostro.